miércoles, 31 de octubre de 2012

Cambio de sede Biblioteca Pública José María Vélaz


Y se va la Biblioteca Pública José María Vélaz.

Queridos lectores del Cuento Viajero, queremos compartir con ustedes un poema del grupo literario Escriletes, el motivo de su inspiración fue el traslado de la Biblioteca PJMV del barrio Panamericano al barrio Santa Rita, también del municipio de Bello.

Con nostalgia dejamos la sede donde nació el proyecto de Biblioteca Pública de Fe y Alegría, con una permanencia en esta comunidad por 17 años, se abre otro horizonte y continuamos nuestra labor social en otra sede.


Muchas gracias comunidad de Niquía por todo el cariño que nos brindaron.



“En un rincón, el polvo de los libros esta quieto como animal muerto; ya los estantes no los golpea el viento, las polillas se comen las ultimas palabras de la enciclopedia, los textos de filosofía no emanan conceptos, los poemas y los cuentos van en destierro, los movimientos de la alquimia y la magia van sedientos.  Ahora sangran las letras hasta desvanecerse en el espacio donde cabalgaron historias de luchas, duendes y dioses, sólo lo acompaña el vacío.

A donde huirán las mentes, cuando ni en este vació se escuche un cuento y los estantes empolvados no guarden como tesoro a los que pensaron en el legado del hombre.

Se apagan lentamente los faros de los anaqueles, se van los libros volando en huracanes de desiertos.  La biblioteca queda sola con los adobes del cansancio.
Adobes, polvo, y escombros en ese sitio de ideas, donde algunos perros han despedazado más que el vestuario, se han robado parte de la historia”.

ESCRILETES.




Biblioteca Pública José María Vélaz: Fue una iniciativa de la Hermana María Dolores Laserna. Abre sus puestas al público el 27 de abril de 1995 como Biblioteca Público-Escolar, en el año 2001, toma el carácter de Biblioteca Pública, sus programas y servicios están diseñados para apoyar los procesos  educativos, crear vínculos entre el libro y el lector, permitir el libre  acceso a la información y potencializar las habilidades artísticas, estéticas, creativas, deportivas y culturales de toda la comunidad del sector de Niquía.

Hasta el 5 de octubre de 2012 prestó sus servicios en Niquía


martes, 18 de septiembre de 2012

El amigo fiel. Oscar Wilde


El amigo fiel                                Oscar Wilde





Una mañana, la vieja rata de agua sacó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojillos redondos y brillantes y unos poblados bigotes grises, y su cola parecía una larga goma negra. Unos pequeños patos nadaban en el estanque y parecían una bandada de canarios amarillos, y su madre, que era de un blanco purísimo, con patas de rojo vivo, intentaba enseñarles cómo había que meter la cabeza en el agua.

–Nunca podréis ser de la buena sociedad si no sabéis hundir la cabeza –les decía. Y les volvía a enseñar cómo se hacía. Pero los patitos no ponían atención. Eran tan jóvenes que no conocían las ventajas de formar parte de la buena sociedad.
–¡Qué niños tan desobedientes! –exclamó la vieja rata de agua–. En verdad que merecían ahogarse.
–Nada de eso –contestó la pata–; todo tiene su principio y los padres tienen que ser pacientes.
–¡Ah! Yo no sé nada de los sentimientos de los padres –dijo la rata de agua–. No tengo familia. En resumen, nunca he estado casada ni he intentado estarlo. El amor está muy bien, pero la amistad es algo mucho más elevado. Realmente, no sé que haya nada en el mundo más noble y más raro que una amistad fiel.
–Te ruego que me digas cuál es tu idea de los deberes de un amigo fiel –dijo un jilguero verde que estaba en un sauce y había escuchado la conversación.
–Sí, eso es precisamente lo que yo quiero saber –dijo la pata. Y se dirigió al extremo del estanque, introduciendo la cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.
–¡Qué pregunta más tonta! –exclamó la rata de agua–. Un amigo fiel es simplemente el que nos demuestra fidelidad, naturalmente.
–¿Y qué le darías tú a cambio? –preguntó el pajarillo, balanceándose en una rama plateada y agitando las alas.
–No te entiendo –contestó la rata de agua.
–Permíteme que te cuente una historia sobre el tema –dijo el jilguero.
–¿Es una historia referente a mí? –preguntó la rata de agua–. Si es así, la escucharé, porque me gustan mucho los cuentos.
–Es aplicable a ti –contestó el jilguero. Y bajó volando del árbol, se posó a la orilla del estanque y contó la historia del amigo fiel.
–Érase una vez –dijo el jilguero – un hombre muy honrado llamado Hans.
–¿Era una persona muy distinguida? –preguntó la rata de agua.
–No –contestó el jilguero –,  no creo que se distinguiera por nada, excepto por su buen corazón y su cara redonda y alegre. Vivía en una pequeña casita y todos los días trabajaba en su jardín. En toda aquella parte del país no había un jardín tan bello como el suyo. Allí crecían alhelíes, claveles y rosas de Francia. Había rosas de Damasco, rosas amarillas, azafranes lilas y oro y violetas blancas y purpúreas. Las mejoranas, velloritas, agavanzos, narcisos y claveros se sucedían según los meses, y una flor sustituía a la otra, así que siempre había algo bello que mirar y algún agradable aroma que oler.
“El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más fiel de todos era el obeso Hugo, el molinero. Realmente, tan fiel era el rico molinero con el pequeño Hans, que nunca atravesaba su jardín sin inclinarse sobre las plantas y recoger un gran ramo de flores o verduras, o llenar sus bolsillos de cerezas o ciruelas, si era la época de la fruta.
–Los verdaderos amigos deben compartirlo todo –solía decir el molinero–; y el pequeño Hans asentía sonriendo y se sentía muy orgulloso de tener un amigo con ideas tan nobles. Sin embargo, algunas veces los vecinos pensaban que era muy extraño que el rico molinero nunca le diera nada a cambio al pequeño Hans, aunque tenía cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un gran rebaño de ovejas; pero Hans nunca se preocupó de estas cosas y nada le daba un placer tan grande como el escuchar todas las maravillosas palabras que el molinero acostumbraba decir sobre el desinterés de la amistad verdadera.

” Así, pues, el pequeño Hans trabajaba en su jardín. Durante la primavera, el verano y el otoño era muy feliz, pero cuando llegaba el invierno y no tenía ni flores para llevar al mercado, pasaba mucho frío y hambre y, frecuentemente, se iba a la cama sin haber cenado más que unas pasas secas y unas nueces duras. También en el invierno se encontraba solo, pues entonces el molinero nunca venía a verle.
”–No está bien que vaya a ver al pequeño Hans mientras haya nieve –solía decirle el molinero a su esposa–, porque cuando la gente tiene alguna preocupación les gusta estar solos y no tener visitas. Ésa, al menos, es mi idea de la amistad, y estoy seguro de que tengo razón. Así que esperaré a que llegue la primavera y entonces le haré una visita y él me dará una gran cesta de velloritas y le haré muy feliz.”
–Ciertamente eres muy atento con los demás –le contestaba su esposa, sentada al fuego en un gran sillón–; en verdad que eres muy atento. Es muy agradable oírte hablar de la amistad. Estoy segura de que ni el sacerdote podría decir las cosas que dices tú, aunque viva en una casa de tres pisos y lleve un anillo de oro en el dedo meñique.”
–Pero, ¿no podríamos invitar al pequeño Hans a que viniera aquí? –dijo el niño más joven del molinero–. Si el pobre Hans está necesitado yo le daré la mitad de mi comida y le enseñaré mis conejos blancos.

”–¡Qué tonto eres! –exclamó el molinero–. Realmente no sé qué utilidad tiene el enviarte a la escuela. Parece que no aprendes nada. Si el pequeño Hans viniese aquí y viera nuestro fuego, nuestra buena comida y nuestra gran cuba de vino tinto, podría estar envidioso y la envidia es la cosa más terrible y echa a perder el carácter de cualquiera. Y yo, desde luego, no permitiré que el carácter de Hans se eche a perder. Soy su mejor amigo y siempre velaré por él y procuraré que no caiga en ninguna tentación. Además, si Hans viniera aquí podría pedirme que le prestara un poco de harina, y eso no puedo hacerlo. La harina es una cosa y la amistad es otra, y ambas no deben confundirse. Las dos palabras se escriben diferente y significan cosas completamente diferentes. Todo el mundo sabe eso.”
–¡Qué bien hablas! –dijo la esposa del molinero, sirviéndose un gran vaso de cerveza caliente–. Estoy como inconsciente. Como si estuviera en la iglesia.”
–Mucha gente obra bien –contestó el molinero–, pero muy pocos hablan bien, lo cual demuestra que hablar es mucho más difícil y más bello.”
Y miró severamente por encima de la mesa a su hijo, el cual se sintió tan avergonzado que bajó la cabeza, se puso colorado y comenzó a llorar encima de su taza de té. Realmente era tan joven que podía perdonársele.
–¿Éste es el final de la historia? –preguntó la rata de agua.
–Desde luego que no –contestó el jilguero–; éste es el principio.
–Entonces andas muy atrasado para esta época –dijo la rata de agua–. Todos los buenos cuentistas de nuestros días empiezan por el final y después continúan por el principio y acaban por la mitad. Ése es el nuevo método. Lo oí el otro día de labios de un crítico que paseaba alrededor del estanque con un joven. Hablaba del asunto con gran conocimiento, y estoy segura que debía estar en lo cierto, porque llevaba gafas azules y era calvo, y cuando el joven le hacía alguna observación siempre contestaba: “¡Psche!” Pero te ruego que sigas con tu historia. Me gusta mucho el molinero. Posee toda clase de bellos sentimientos; así, pues, tiene que existir entre ambos una gran simpatía.
–Bien –dijo el jilguero, saltando sobre una pata y después sobre la otra–, tan pronto como pasó el invierno y las velloritas comenzaron a abrir sus estrellas de color amarillo pálido, el molinero le dijo a su mujer que iba a ver al pequeño Hans.
”–¡Qué buen corazón tienes! –exclamó ella–. Siempre estás pensando en los demás. Acuérdate de llevar la cesta grande para traer las flores.
” Así, pues, el molinero ató las aspas del molino con una fuerte cadena de hierro y bajó por la colina con la cesta al brazo.
”–Buenos días, pequeño Hans –dijo el molinero.”– Buenos días –dijo Hans, apoyándose en su azada y sonriendo de oreja a oreja.”–¿Cómo te ha ido durante el invierno? –dijo el molinero.
”–Bien, muy bien –exclamó Hans–. Es muy amable por tu parte el preguntármelo; muy amable, en verdad. Me temo que he tenido que pasar días duros, pero ahora ha llegado la primavera y soy completamente feliz, y todas mis flores están espléndidas.
”–Muchas veces hablábamos de ti durante el invierno, Hans –dijo el molinero–, y nos preguntábamos qué tal estarías.”–Eres muy amable –dijo Hans–. Siempre temí que me hubieras olvidado.
”–Hans, eso me sorprende –dijo el molinero–. La amistad nunca se olvida. Eso es lo más maravilloso de ella, pero me temo que tú no entiendes la poesía de la vida. ¡Qué bellas son tus velloritas!
”–Ciertamente, son muy bellas –dijo Hans–, y tengo mucha suerte al poseer tantas. Voy a llevarlas al mercado y se las venderé a la hija del burgomaestre, y así podré volver a comprar con ese dinero mi carretilla.”–¿Volver a comprar tu carretilla? ¿Quieres decir que la has vendido? ¡Qué estupidez!”–Bueno, el hecho es –dijo Hans– que me vi obligado a hacerlo. Ya sabes que el invierno es muy malo para mí y que no tengo dinero para comprar pan. Así, pues, primero vendí los botones de plata de mi traje de los domingos, después vendí mi cadena de plata, después mi gran flauta y por último la carretilla. Pero ahora voy a comprarlo todo de nuevo.”–Hans –dijo el molinero–, yo te daré mi carretilla. No está en muy buen uso; en realidad, le falta un lado y tiene estropeados algunos radios; pero a pesar de eso te la daré. Sé que soy muy generoso y mucha gente pensará que hago una tontería, pero yo no soy como el resto del mundo. Creo que la generosidad es la esencia de la amistad, y además tengo una carretilla nueva. Sí, no tienes que preocuparte; te daré mi carretilla.
”–Realmente eres muy generoso –dijo el pequeño Hans; y su rostro alegre y redondo se puso reluciente de placer–. Puedo repararla fácilmente, porque tengo en casa una tabla.
”–¡Una tabla! –dijo el molinero–. Eso es justamente lo que yo quiero para el techo de mi granero. Hay un agujero muy grande y el grano se mojará si no lo tapo. ¡Qué suerte que la mencionaras! Desde luego una buena acción siempre hace nacer otra. Yo te he dado mi carretilla y ahora tú me darás tu tabla. Naturalmente, la carretilla vale más que la tabla, pero la verdadera amistad nunca tiene en cuenta estas cosas. Te ruego que me la des ahora, pues me pondré a trabajar en mi granero hoy mismo.
”–Desde luego –exclamó el pequeño Hans; y se metió corriendo en su casa, sacando al momento la tabla.
”–No es muy grande –dijo el molinero mirándola–, y me temo que después que yo haya arreglado el techo de mi granero tú no tendrás con qué arreglar la carretilla; pero, desde luego, eso no es culpa mía. Y ahora, como te he dado mi carretilla, estoy seguro que querrás darme a cambio algunas flores. Aquí está la cesta; espero que la llenes del todo.
”–¿Llenarla del todo? –dijo el pequeño Hans tristemente, porque era en verdad una cesta muy grande y él sabía que si la llenaba se quedaría sin flores para llevar al mercado, y estaba ansioso por recuperar sus botones de plata.
”–Bueno, realmente –contestó el molinero–, como te he dado mi carretilla no creo que sea mucho pedir unas pocas flores. Puede ser que me equivoque, pero creo que la amistad, la verdadera amistad, está libre de todo egoísmo.
”–Mi querido amigo, mi mejor amigo –exclamó el pequeño Hans–, todas las flores de mi jardín son tuyas. Me importa mucho más que tengas una buena opinión de mí que volver a tener mis botones de plata.
”Y corrió a coger todas sus velloritas y llenó la cesta del molinero.
”–Adiós, pequeño Hans –dijo el molinero, y se marchó colina arriba con la tabla al hombro y la gran cesta al brazo.
”–Adiós –dijo el pequeño Hans; y empezó a cavar alegremente, pues estaba muy contento de volver a tener carretilla.
”Al día siguiente estaba sujetando unas enredaderas sobre el porche cuando oyó la voz del molinero que le llamaba desde la carretera. Saltó de la escalera, atravesó el jardín y miró por encima del muro. Allí estaba el molinero con un gran saco de harina a la espalda.
”–Querido Hans –dijo el molinero–, ¿te importaría llevarme este saco de harina al mercado?”–¡Oh! Lo siento –dijo Hans–, pero estoy muy ocupado hoy. Tengo que sujetar las enredaderas, regar todas mis flores y segar el césped.
”–Bueno –dijo el molinero–, creo que considerando que voy a darte mi carretilla no es de buen amigo el negarte.
”–¡Oh! Yo no he dicho eso –exclamó el pequeño Hans–. No me negaría por nada del mundo.
”Y corrió a coger su gorro y salió con el saco al hombro. Era un día caluroso y la carretera estaba llena de polvo, y antes que Hans hubiera recorrido seis millas estaba tan fatigado que se sentó a descansar. Sin embargo, continuó su camino con muchas energías, hasta que por fin llegó al mercado. Después de estar allí algún tiempo, vendió el saco de harina por un buen precio y volvió a casa inmediatamente, porque temía que si se entretenía demasiado podría encontrarse con ladrones en el camino.
”–Ciertamente ha sido un día duro –se dijo el pequeño Hans cuando se metía en la cama–, pero estoy contento de no haberme negado a hacer el encargo del molinero, porque es mi mejor amigo y, además, va a darme su carretilla.”Por la mañana temprano el molinero volvió por el dinero del saco de harina, pero el pequeño Hans estaba tan cansado que aún se encontraba en la cama. ”–¡Qué perezoso eres! –dijo el molinero–. Realmente, considerando que voy a darte mi carretilla, creo que deberías trabajar más. La pereza es un gran pecado, y no me gusta que ninguno de mis amigos sea vago o perezoso. Te hablo sin ningún rodeo. Desde luego, ni soñaría en hacerlo si no fuera tu amigo. Pero, ¿qué tendría de bueno la amistad si uno no pudiera decir lo que piensa? Cualquiera puede decir cosas encantadoras e intentar hacerse agradable y hacer halagos, pero un verdadero amigo siempre dice cosas desagradables y no le preocupa causar dolor. En verdad, si es realmente un verdadero amigo, lo prefiere, porque sabe que está obrando bien.
”–Lo siento mucho –dijo el pequeño Hans frotándose los ojos y quitándose el gorro de dormir–, pero estaba tan cansado que pensé quedarme en la cama un poco más y escuchar el canto de los pájaros. ¿Sabes que siempre trabajo mejor después de oír cantar a los pájaros?
”–Bueno, me alegro de eso –dijo el molinero golpeándole la espalda amistosamente, porque quiero que vayas al molino, tan pronto como te hayas vestido, para arreglar el techo de mi granero.
”El pobre Hans estaba deseando trabajar en su jardín, porque no había regado sus flores desde hacía dos días, pero no quería negarse a la petición del molinero, pues éste era un formidable amigo para él.
”–¿Crees que no sería amistoso por mi parte el decirte que estoy ocupado? –inquirió dando un suspiro y con voz tímida.”–Realmente –contestó el molinero–, no creo que sea mucho pedirte considerando que voy a darte mi carretilla; pero, desde luego, si te negaras iré a hacerlo yo mismo.
”–¡Oh! ¡De ningún modo! –exclamó el pequeño Hans, y saltó de la cama, se vistió y se fue al granero.
”Trabajó todo el día, hasta el atardecer, y entonces vino el molinero a ver qué tal iba la tarea.
”–¿Has tapado ya el agujero, pequeño Hans? –exclamó el molinero con voz alegre.
”–Está completamente tapado –contestó el pequeño Hans, bajando la escalera.
”–¡Ah! –dijo el molinero–. No hay trabajo tan agradable como el que se hace para el prójimo.
”–Ciertamente es un gran privilegio oírte hablar –respondió el pequeño Hans sentándose y secando el sudor de su frente–. Un gran privilegio. Pero temo que nunca tendré ideas tan bellas como las tuyas.
”–¡Oh! Las tendrás –dijo el molinero–, pero debes tomarte más interés. En el presente sólo tienes la práctica de la amistad; algún día tendrás también la teoría.
”–¿Crees eso realmente? –preguntó el pequeño Hans.
”–No me cabe duda –contestó el molinero­–; pero ahora que has arreglado el tejado, lo mejor es que te vayas a casa a descansar, porque mañana deseo que lleves mi rebaño a la montaña.
”El pobre Hans no osó poner ninguna objeción a esto, y por la mañana temprano el molinero trajo su rebaño hasta su casa y Hans se marchó con las ovejas a la montaña. Entre ir y volver se le fue todo el día, y cuando regresó estaba tan cansado que se durmió en su silla y no se despertó hasta bien avanzada la mañana.
”–¡Qué delicioso tiempo tendré en mi jardín! –dijo; y salió a trabajar al momento.
”Pero nunca pudo volver a cuidar sus flores, porque su amigo el molinero venía siempre para enviarle a un largo recado o para llevarle a él a trabajar al molino. El pequeño Hans a veces estaba muy preocupado, pues temía que sus flores pensaran que las había olvidado, pero se consolaba diciéndose que el molinero era su mejor amigo.
”–Además –solía decir–, va a darme su carretilla, y ese es un acto de pura generosidad.
”Y el pequeño Hans trabajó para el molinero, y éste le dijo toda clase de cosas bellas acerca de la amistad, las cuales Hans anotó en un cuaderno y leyó por las noches, porque era muy buen discípulo.
”Ahora bien: una noche que Hans estaba sentado junto al fuego oyó que llamaban muy fuerte en su puerta. Era una noche de perros y el viento soplaba alrededor de la casa tan terriblemente que al principio creyó que el ruido era de la tormenta. Pero se oyó un segundo golpe y después un tercero más fuerte que los otros.
”–Será algún pobre viajero –dijo el pequeño Hans para sí; y corrió hacia la puerta.
”Allí estaba el molinero con una linterna en una mano y un gran bastón en la otra.
”–Querido Hans –exclamó el molinero–, tengo un gran problema. Mi hijito se ha caído de una escalera y se ha herido. Voy a buscar al doctor. Pero vive tan lejos y hace tan mala noche, que se me ha ocurrido que sería mucho mejor que fueses tú en mi lugar. Ya sabes que voy a darte mi carretilla y es justo que tú me des algo a cambio.
”–Ciertamente –exclamó el pequeño Hans–. Me gusta poder ayudarte y saldré inmediatamente. Pero debes dejarme tu linterna, pues la noche es tan oscura que tengo miedo de caer en un precipicio.
”–Lo siento mucho –contestó el molinero–, pero es mi linterna nueva y sería para mí una gran pérdida si le ocurriera algo.
”–Bueno, no importa; iré sin ella –exclamó el pequeño Hans.
”Tomó su abrigo de pieles, su gorra escarlata, se envolvió el cuello con una bufanda y salió.
”¡Qué tormenta tan horrorosa había! La noche era tan negra que el pequeño Hans casi no podía ver y el viento era tan fuerte que casi no podía andar. Sin embargo, era muy animoso, y después de andar tres horas llegó a casa del doctor y llamó a la puerta.
”–¿Quién es? –exclamó el doctor, asomando la cabeza por la ventana del dormitorio.”–El pequeño Hans, doctor.”–¿Qué quieres, pequeño Hans?
”–El hijo del molinero se ha caído de una escalera y se ha herido, y el molinero quiere que vaya usted inmediatamente.”–¡Muy bien! –dijo el doctor.”Tomó sus grandes botas y su linterna, bajó las escaleras, montó en su caballo y galopó en dirección a la casa del molinero, con el pequeño Hans caminando tras él trabajosamente.
”Pero la tormenta iba creciendo cada vez más y la lluvia caía a torrentes, y el pequeño Hans no podía ver por dónde iba ni podía seguir al caballo. Por fin se perdió y anduvo por el pantano, que era un lugar muy peligroso, pues estaba lleno de profundos agujeros, y el pobre Hans cayó en uno de ellos. Su cuerpo lo encontraron al día siguiente unos pastores flotando en un gran charco de agua y lo llevaron a su casa.
”Todos fueron al funeral del pequeño Hans, pues era muy popular, y el molinero presidió el duelo.
”–Como yo era su mejor amigo –dijo el molinero–, es lógico que ocupe este puesto.
”Y caminó a la cabeza de la procesión con una gran capa negra, limpiándose los ojos de cuando en cuando con un gran pañuelo.
”–El pequeño Hans ha sido ciertamente una gran pérdida para todos –dijo el herrero cuando terminó el funeral.
”Y todos se sentaron confortablemente en la fonda a beber vino aromático y a comer pasteles dulces.
”–Una gran pérdida para mí –contestó el molinero–, porque iba a darle mi carretilla, y ahora realmente no sé qué hacer con ella. Está en tan mal estado que no podría conseguir nada si la vendiera. Ya no volveré a dar nada. En verdad, uno sufre por ser generoso.”
–¿Y bien? –dijo la rata de agua después de una larga pausa.
–Ése es el final –dijo el jilguero.
–Pero, ¿qué fue del molinero? –preguntó la rata de agua.
–¡Oh! Realmente no lo sé –replicó el jilguero–. Y tampoco me preocupa.
–Es evidente que no tienes un carácter simpático –dijo la rata de agua.
–Temo que no hayas comprendido la moraleja de la historia –dijo el jilguero.
–¿La qué? –exclamó la rata de agua.
–La moraleja.
–¿Quieres decir que la historia tiene una moraleja?
–Ciertamente –dijo el jilguero.
–Eso debías habérmelo dicho antes de empezar –dijo la rata de agua en tono de enfado–. Si lo hubieras hecho no te habría escuchado. Te hubiera dicho: “¡Psche!”, como el crítico. Sin embargo, puedo decírtelo ahora. Y exclamó “¡Psche!” con toda la potencia de su voz; y haciendo un movimiento con el rabo se metió en su agujero.
–¿Qué te parece la rata de agua? –preguntó la pata, que se acercó unos minutos después–. Tiene buenas virtudes; pero por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un soltero empedernido sin que mis ojos se llenen de lágrimas.
–Temo haberle molestado –contestó el jilguero–. El hecho es que le conté una historia con moraleja.
–¡Ah! Eso siempre es muy peligroso –dijo la pata.
Y yo estoy de acuerdo con ella.





Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde3 (nacido el 16 de octubre de 1854, en Dublín, Irlanda,3 entonces perteneciente al Reino Unido1 – fallecido el 30 de noviembre de1900, en París, Francia) fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés.
Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy en día, es recordado por sus epigramas, obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte.

Para hacer el retrato de un pájaro


Para hacer el retrato de un pájaro
Autor: Jacques Prévert
Kalandraka Editorial, 2011
Ilustraciones de : Mordicai Gerstein

Con la puerta abierta.
Después pintar algo bonito, algo sencillo, algo bueno


Luego, colocar la tela contra un árbol en un jardín, o en un parque, o en un bosque.





A veces el pájaro llega enseguida, pero también puede tardar muchos años entes de decidirse.


esperar durante años si fuese preciso porque no importa que el pájaro llegue pronto o tarde para conseguir un buen cuadro.

Cuando el pájaro llegue, si es que llega, guardar el más profundo silencio, esperar a que el pájaro entre en la jaula y cuando haya entrado



Luego, borrar uno a uno todos los barrotes cuidando no tocar ni una pluma del pájaro.

Dibujar después el árbol







Pintar también el verde follaje y el frescor del viento,


y después esperar a que el pájaro se decida a cantar.
Si el pájaro no canta es mala señal, señal de que el cuadro es malo.

Pero si canta es buena es buena señal,



(Mañana podrás pintar otro.)





Edición original: este texto fue escrito por Jacques Prévert en 1943 dedicado a Elsa Henríquez para una de sus exposiciones.  Fue Ilustrado por primera vez en 1953 con 23 dibujos de esta artista.
Jacques Prévert (4 de febrero de 1900 - 11 de abril de 1977) fue un poeta, autor teatral y guionista cinematográfico francés.
Después de la Primera Guerra Mundial y a partir de 1920, de regreso a París y la vida civil, participó en el movimiento surrealista como miembro activo del grupo de la rue du Château, junto a Raymond Queneau, Marcel Duhamel, entre otros. No participó en las expresiones más formales del surrealismo, pero se le atribuye la paternidad de algunas de sus prácticas artísticas más características, como el cadáver exquisito.
Jacques Prévert utiliza los juegos de palabras para trastocar el flujo convencional del lenguaje. Su poesía recurre a neologismos, dobles significados, imágenes insólitas, y está cruzado de retruécanos burlescos y lapsus voluntarios que producen efectos cómicos e inesperados, de un humor a veces negro y a veces erótico. En sus poemas abundan los juegos de sonidos, aliteraciones, rimas y ritmos. El vínculo con el surrealismo está presente tanto en la naturaleza fluida de las imágenes como en el uso de recursos como los inventarios, las enumeraciones heteróclitas de objetos e individuos, las sustantivaciones o las personificaciones de objetos y animales.









martes, 10 de julio de 2012

La carta visionaria


LA CARTA VISIONARIA



El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad.
Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad.

Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones.

Como las estrellas inmutables son mis palabras.¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.  Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo.
La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.  Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas.  Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja.
Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos.
Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra.
Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros.
Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo.
El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también.
Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita.
La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.  No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto.
Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?.
Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos. El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira.
Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro.
Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. 
Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. 
Hay una unión en todo.  Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra.
Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.  Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra.
El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos.
Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.  Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común.
Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.  La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador.
Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.  Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.
Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.





¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.
La vida ha terminado.
Ahora empieza la supervivencia.

  

Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Wáshington.

Es la primera declaración pública sobre el respeto al medio ambiente, sobre la importancia de reconocer la relación del hombre con el entorno para preservarlo.

A cambio, promete crear una "reservación" para el pueblo indígena. El jefe Seattle responde en 1855.