El país de
los cuentos perdidos
Existe un país lejano, en donde descansa
el viento, y en el que pasa algo extraño: nunca nadie está contento.
Los niños pasan las horas diciendo de
cualquier juego: --No quiero jugar ahora, ni tendré más ganas luego.
En este país pequeño sucedió algo muy
terrible.
Se quedó algo desnudo el cielo pues el
sol se hizo invisible.
Y la gente dice a voces:
--Nuestro sol ya no calienta.
Los días parecen noches, negras noches de
tormenta.
Entre todo aquel tumulto, dijo un anciano
a la gente: --Si bien no soy muy astuto, sé por qué el sol está ausente.
--Auque tengo ochenta años, aún no he
escuchado la risa de un niño despreocupado que juega a cazar la brisa.
¿Quién puede ver cien gigantes donde sólo
hay un molino?
Quién surca los siete mares en busca de
su destino?
Y la gente vio muy claro que su sol se
había ido porque ya estaba cansado de un país tan aburrido.
Pero una niña en falda.
Quiere que su sol regrese, sentir la luz
en la cara y que su calor la bese.
Deja esta nota a sus padres: “Quiero traer el sol conmigo y con él hacer
las paces. Voy a ver si lo consigo.”
“Que la noche a mí me asusta.
Me asusta que venga el coco, los
fantasmas y las brujas que quieren que duerma poco.”
Y así da comienzo el viaje, pensando
encontrar respuesta.
“Tal vez el sol me acompañe si lo pongo
en una cesta.”
Y entonces caen unas gotas, gotas de una
lluvia fuerte. Además el viento
sopla. ¡Ay, pobre, qué mala suerte!
En medio de aquel diluvio, brilla la luz
de una casa.
¡Ojalá le den refugio mientras esta
lluvia para!
Caladita hasta los huesos, llama a la
puerta impaciente, y un monstruo muy grande y feo la invita a un plato
caliente.
Aunque ella se asusta un poco, pasa y se
toma un bocado, pues ve en la cara del ogro que no es feroz ni malvado.
Como si se trataran, casi de toda la
vida, el monstruo y la niña cenan.
¡Qué rica está la comida!
Y a su nuevo compañero ella le cuenta su
historia.
--¡Ay!, que el sol es un recuerdo que
huye de nuestra memoria.
--Como a una lámpara vieja, tal vez
fallen sus bombillas.
Tal vez arreglarse pueda si me pongo de
puntillas.
El monstruo dice enfadado: -No me cuentes
ya más chistes, que si se ha fundido el
faro es por nuestros cuentos tristes.
-Mira, si no, cómo acaban.
No despierta la Durmiente , no son
príncipes las ranas y Pinocho siempre miente.
Meter Pan, auque lo intente, no consigue
alzar el vuelo y nunca jamás se eleva ni un solo palmo del suelo.
-Basta ya de tonterías.
Es hora de ir a la cama para contar
ovejitas mientras el sueño nos llama.
El monstruo se va a su cuarto, pero ella
no está cansada.
Al final, después de un rato, abre una
puerta cerrada.
Allí dentro hay muchos cuentos.
“¿Quién los puede haber robado?”
Mientras los está leyendo, la pilla el
monstruo enfadado.
-Ahora sabes mi secreto.
No hay ningún cuento bonito.
Yo los vuelvo todos feos pues los finales
les quito.
-Y me has enfadado tanto que serás mi
prisionera.
Vuelvo a ser un monstruo malo, una
peligrosa fiera.
La niña llora de pena.
El monstruo oye sus lamentos y es
entonces cuando piensa: “¿Dónde están mis sentimientos?”
“Qué si yo robé los cuentos fue para
sacar la espina de esta vida de ogro feo y hallar a mi hada madrina.”
“En esa niña inocente conseguí por un
segundo tener lo que quise siempre: un amigo en este mundo.”
Así, el monstruo arrepentido toma en un
solo momento el más bello de sus libros y cuenta a la niña un cuento.
Empieza a encenderse el cielo mientras
ese cuento avanza, y rebotan como el eco dos mil rayos que el sol lanza.
-De la pena haremos oro -grita ella dando un salto-.
Si estos cuentos tan hermosos tú nos
recitas bien alto.
-Yo no puedo ir con vosotros -él contesta con llanto-.
¿No ves que soy sólo un ogro que al verme
hasta yo me espanto?
Ella besa su mejilla y dice una gran
verdad:
-No hay belleza más bonita que la que da
la amistad.
El monstruo emprende el camino y la niña
le acompaña.
Los dos andan bajo el brillo de una
preciosa mañana.
Cuentan los cuentos antiguos que hasta el
viento está parado si antes el monstruo no ha dicho:
-Este cuento se ha acabado.
Autor: Gabriel García de Oro
Ilustraciones: Purificación Hernández
edebé, 2003
Gabriel García de Oro:
Aquí http://www.gabrielgarciadeoro.com podrás encontrar toda
la información de los títulos que he publicado. La verdad es que no sé muy bien
qué contar acerca de mí, supongo que lo importante, lo que realmente me
define lo suficiente como para conocerme, lo encontrarás en mis libros.
Sin embargo, aquí va una pequeña
autobiografía en pocas
palabras, la que uso hasta el momento cuando una editorial me dice... “escribe
cuatro cosas acerca de ti”.
Nací en Barcelona, un 12 de julio de
1976. Hacía mucho calor pero no me acuerdo.
Estudié filosofía y a pesar
de que es la carrera con el índice más alto de abandonos, conseguí terminarla.
Aunque eso no me convierte en un filósofo.
Decidí trabajar en
publicidad. Y ahí sigo. Actualmente trabajo como creativo en OgilvyOne (marketing directo, relacional e
interactivo). Lo más difícil de mi trabajo no es tener buenas ideas, es
convencer a los demás que lo son.
Escribo porque no puedo dejar de
hacerlo. Es como un ataque de tos pero más silencioso.