viernes, 23 de septiembre de 2011

El final - Junio 2011

El final
Y bueno, sólo nos queda un relato de una gata que se cree perro.
Su nombre es Ata, Ata gata; y se le debe decir así, pues vale recordarle que es “gata”.

Ata llegó cuando era apenas un bebé.  Un apuesto joven la llevó a su casa porque la encontró en la calle, un día de lluvia.  Estaba flaca, mojada y hambrienta.  La verdad al dueño de la casa no le gustaban los gatos, le gustaban los perros, pero tenía un sentido enorme de responsabilidad por los animales.  Así que cuando la vio en la calle, mojada y friolenta no resistió y la llevó a casa.

Gatos y perros se cuenta que pelean y que no hay manera de hacerlos reflexionar.  Los gatos se espelucan cuando en su camino se cruza un perro.
Los perros, cuando a la distancia ven un gato, pierden educación y estilo, y arrancan en una persecución suicida que culmina cuando el perseguido es obligado a encaramarse a un lugar lo suficientemente alto al que no llegue el odioso perro que no deja de ladrar hasta que es tranquilizado por su dueño.

El caso es que Ata llegó a su nuevo hogar y fue recibida con recelo por un hermoso perro labrador amarillo, de nombre Emilio.  Por su parte, ata pensó que Emilio era buen papá y lo perseguía por todas partes; ella no sabía de odios heredados y el perro laecaía muy bien.

Como Ata  no andaba erizando los pelos ni lanzando ruidos amenazantes, Emilio olvido rápidamente eso de odiar a los gatos y al igual le caía muy bien la gata.  Fue así como nació entre ellos un amor fraternal; para Ata, Emilio era su padre y para Emilio, Ata bien podría ser su hija o a lo sumo su hermanita pequeña.

El problema fue que al no tener patrón gatuno al cual imitar, Ata asumió que en lugar de gato era perro y así se comportaba.  Comía lo que se le daba a Emilio, le gustaba que la pasearan con correa y para saludar lo hacía a lametazos. Emilio, que entendía que esa no era la forma correcta de comportarse (aun cuando estaba muy orgulloso de los progresos en educación canina que mostraba Ata), trataba infructuosamente (poco sabía de educación gatuna) de mostrarle cuál era la forma en que se comportaba un gato.  Con trabajo le enseñó a trepar al tejado y a caminar por él, sin sentir mareo.  De igual manera, le enseño a bajar de las alturas y adquirir seguridad al saltar de éstas.  Puede que no supiera de gatos, pero, la verdad, lo que le enseño a Ata funcionó, y aun cuando no era una gata gata, tampoco se podría decir que era una gata perro, así tuviera un caminado que recordaba a un perro desfilando en una exposición o se negara a comer la comida de los gatos, prefiriendo la de los perros, o al hablar tuviera un cierto perruno.

Lo cierto es que no importaba si era perro gato, o más gato que perro, Emilio y Ata habían logrado romper la diferencia y quererse sin importar lo que eran.






Tomado de: El gato tuerto y otras historias
Autora: Verónica Samper
PANAMERICANA

Verónica Samper: Nació en Bogotá.  Es maestra y le encanta estar con los niños, oír sus historias y que escuchen las de ella.
Le gustan los días de lluvia tanto como los de sol.  Ama los libros y la mayor parte del tiempo lo dedica a ller y por supuesto a escribir.  Actualmente enseña y prepara sus nuevos cuentos.  “Los Monstruos no existen” fue su primer libro publicado en el 2002 po Panamericana Editorial.

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