El canto del antioqueño
Epifanio
Mejía.
Nací sobre una montaña: mi dulce madre me cuenta
que el sol alumbró mi cuna sobre una pelada sierra.
Nací libre como el viento de las selvas
antioqueñas; como el cóndor de losa Andes que de monte en monte vuela
Pichón de águila que nace sobre el pico de una
peña, siempre le gustan las cumbres donde los vientos refrescan
Amo al sol porque anda libre sobre la azulada
esfera, al huracán porque silba con libertad en las selvas.
El hacha que mis mayores me dejaron por herencia,
la quiero porque a sus golpes libres acentos resuenan.
Forjen déspotas tiranos largas y duras cadenas para
el esclavo que humilde sus pies, de rodillas, besa.
Yo nací altivo y libre sobre una sierra antioqueña
llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa.
Cuando desciendo hasta el valle, y oigo tocar la
corneta, subo las altas montañas a dar el grito de ¡alerta!
Muchachos les digo a todos los vecinos de las
selvas, la corneta está sonando… ¡Tiranos hay en la tierra!
Mis compañeros alegres, el hacha en el monte dejan
para empuñar en sus manos la lanza que al sol platea. Con el morral a la
espalda cruzamos llanos y cuestas; y atravesamos montañas y anchos ríos y altas
sierras, y cuando al fin divisamos, allá en la llanura extensa, las toldas del
enemigo que entre humo y gente blanquean, Volamos como huracanes regados sobre
la tierra, ¡y ay del que espere el empuje de nuestras lanzas revueltas!
Perdonamos al rendido porque también hay nobleza en
los bravos corazones Que nutren las viejas selvas.
Cuando volvemos triunfantes, las niñas de las
aldeas tiran coronas de flores en nuestras frentes serenas.
A la luz de alegre tarde pálida, bronceada, fresca,
de la montaña en la cima nuestras cabañas blanquean.
Bajamos cantando al valle porque el corazón se
alegra; porque siempre arranca gritos la vista de nuestra tierra.
Es la oración: las campanas con golpe pausado
suenan; con el morral a la espalda vamos subiendo la cuesta.
Las brisas de las colinas bajan cargadas de
esencia; la luna brilla redonda y el camino amarillea.
Ladran alegres los perros detrás de las arboledas;
el corazón oprimido de gozo, palpita y tiembla…
Caminamos… caminamos.. y blanquean… y blanquean… y
se abren con ruido de las cabañas las puertas.
Lágrimas, gritos suspiros, besos y sonrisas
tiernas, entre apretados abrazos y entre emociones, revientan.
¡Oh libertad que perfumas las montañas de mi
tierra, dejan que aspiren mis hijos tus olorosas esencias!
1868
Epifanio Mejía: Poeta colombiano nacido en Yarumal Antioquia en 1838,
conocido como el “poeta triste” o el “Loco Mejía”. Cuentan que era un hombre
nostálgico, noble, bondadoso y que vivía de manera intensa. Fue comerciante
hasta los 40 años, momento en el que perdió sus facultades para hacerlo pues
enloqueció y fue recluido en un hospital mental. Permaneció recluido por varias
décadas hasta que murió a los setenta y cinco años en el mismo pueblo en que
nació. Sin embargo, dicen que antes de morir, recobró la razón y recibió los
últimos sacramentos. Otros dudan de su sin razón y lo comparan con un Quijote
criollo, escudados en la gran habilidad para componer versos que aún tenía de
“loco”: componía endecasílabos e improvisaba versos con gran facilidad y
gracia. Como homenaje a este poeta Antioquia tomó un poema suyo como la letra
de su himno. Se trata de "El Canto del Antioqueño" que fue publicado
en 1868 y el cuál fue musicalizado a finales del siglo XIX por el Maestro
caucano Gonzalo Vidal. Mediante Ordenanza de 1962, fue adoptado oficialmente
como el Himno de Antioquia.
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