miércoles, 11 de septiembre de 2013

El canto del antioqueño


Epifanio Mejía.
Nací sobre una montaña: mi dulce madre me cuenta que el sol alumbró mi cuna sobre una pelada sierra.
Nací libre como el viento de las selvas antioqueñas; como el cóndor de losa Andes que de monte en monte vuela
Pichón de águila que nace sobre el pico de una peña, siempre le gustan las cumbres donde los vientos refrescan
Amo al sol porque anda libre sobre la azulada esfera, al huracán porque silba con libertad en las selvas.
El hacha que mis mayores me dejaron por herencia, la quiero porque a sus golpes libres acentos resuenan.
Forjen déspotas tiranos largas y duras cadenas para el esclavo que humilde sus pies, de rodillas, besa.
Yo nací altivo y libre sobre una sierra antioqueña llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa.
Cuando desciendo hasta el valle, y oigo tocar la corneta, subo las altas montañas a dar el grito de ¡alerta!
Muchachos les digo a todos los vecinos de las selvas, la corneta está sonando… ¡Tiranos hay en la tierra!
Mis compañeros alegres, el hacha en el monte dejan para empuñar en sus manos la lanza que al sol platea. Con el morral a la espalda cruzamos llanos y cuestas; y atravesamos montañas y anchos ríos y altas sierras, y cuando al fin divisamos, allá en la llanura extensa, las toldas del enemigo que entre humo y gente blanquean, Volamos como huracanes regados sobre la tierra, ¡y ay del que espere el empuje de nuestras lanzas revueltas!
Perdonamos al rendido porque también hay nobleza en los bravos corazones Que nutren las viejas selvas.
Cuando volvemos triunfantes, las niñas de las aldeas tiran coronas de flores en nuestras frentes serenas.
A la luz de alegre tarde pálida, bronceada, fresca, de la montaña en la cima nuestras cabañas blanquean.
Bajamos cantando al valle porque el corazón se alegra; porque siempre arranca gritos la vista de nuestra tierra.
Es la oración: las campanas con golpe pausado suenan; con el morral a la espalda vamos subiendo la cuesta.
Las brisas de las colinas bajan cargadas de esencia; la luna brilla redonda y el camino amarillea.
Ladran alegres los perros detrás de las arboledas; el corazón oprimido de gozo, palpita y tiembla…
Caminamos… caminamos.. y blanquean… y blanquean… y se abren con ruido de las cabañas las puertas.
Lágrimas, gritos suspiros, besos y sonrisas tiernas, entre apretados abrazos y entre emociones, revientan.
¡Oh libertad que perfumas las montañas de mi tierra, dejan que aspiren mis hijos tus olorosas esencias!
1868




Epifanio Mejía: Poeta colombiano nacido en Yarumal Antioquia en 1838, conocido como el “poeta triste” o el “Loco Mejía”. Cuentan que era un hombre nostálgico, noble, bondadoso y que vivía de manera intensa. Fue comerciante hasta los 40 años, momento en el que perdió sus facultades para hacerlo pues enloqueció y fue recluido en un hospital mental. Permaneció recluido por varias décadas hasta que murió a los setenta y cinco años en el mismo pueblo en que nació. Sin embargo, dicen que antes de morir, recobró la razón y recibió los últimos sacramentos. Otros dudan de su sin razón y lo comparan con un Quijote criollo, escudados en la gran habilidad para componer versos que aún tenía de “loco”: componía endecasílabos e improvisaba versos con gran facilidad y gracia. Como homenaje a este poeta Antioquia tomó un poema suyo como la letra de su himno. Se trata de "El Canto del Antioqueño" que fue publicado en 1868 y el cuál fue musicalizado a finales del siglo XIX por el Maestro caucano Gonzalo Vidal. Mediante Ordenanza de 1962, fue adoptado oficialmente como el Himno de Antioquia.

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